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miércoles, 8 de febrero de 2012

El Frente Amplio de hoy, mirando al futuro. Gonzalo Perera

El pasado 5 de febrero cumplió sus primeros 41 años el Frente Amplio, construcción política de décadas de acumulación lenta, paulatina, compleja, protagonizada por las diversas corrientes de la izquierda social y política del Uruguay junto a sus aliados estratégicos.

Un fenómeno de particular interés del FA como fenómeno político es la existencia de cientos de miles de "frenteamplistas independientes". Bajo dicha denominación se cubre una amplia masa de ciudadanos que se identifican con el FA, sus tradiciones, simbología y referentes comunes, pero no con ningún sector político organizado al interior del FA. Su existencia llevó al General Seregni a formular que el FA es a la vez coalición y movimiento, y que en la preservación de esta dualidad radica una de las claves de su sustentabilidad y éxito. Y la historia parece darle la razón al General, ya que cuando el FA ha sido más exitoso es cuando ha sabido estimularse y nutrirse de las organizaciones sectoriales que se cobijan bajo su bandera tricolor y al mismo tiempo, de los militantes de base y adherentes que no responden a ninguna identificación sectorial (lo cual no significa que no tengan una visión ideológica menos definida, sólo que no la identifican con ningún sector frentista en particular). Incluso, como es sabido, desde la recuperación de la democracia, recién en la última elección un sector (el MPP) ratificó su condición mayoritaria   en la interna del FA. Hasta ese entonces, el voto del "frentista independiente" parecía ser particularmente migratorio y así, si existía en ese entonces algún frenteamplista cuyo voto había coincidido sistemáticamente con la mayoría del FA, debió ser alguien que había votado en el 84 a la lista 99 encabezada por Hugo Batalla (cuya mayoría habría o bien de partir de retorno al Partido Colorado o bien recién volver a acumular votos con el FA 20 años después, cuando  el Nuevo Espacio se integra a la Nueva Mayoría que sostiene la candidatura Tabaré-Nin) en el 89 a la 1001 del "profesor Paradójico" (recordado personaje de Horacio "Corto" Buscaglia)  encabezada por José Germán Araújo, en  el 94 a la naciente Asamblea Uruguay de Danilo Astori, en las elecciones del 99 al Partido Socialista liderado por Reinaldo Gargano y en el 2004 a la lista del MPP encabezada por el actual Presidente, José "Pepe" Mujica. Una dinámica interna que impresiona, y donde quizás la visualización más clara de la intensidad de la misma la dé observar la transición del 84, con la histórica lista 99 a la cabeza, al 89, con la 1001 al frente y la lista 99 ya distanciada del FA. La partida definitiva o un compás de distanciamiento de 20 años, en  buena parte  del sector netamente mayoritario a la salida de la dictadura es una postal de los vertiginosos cambios políticos que se fueron dando al interior del FA, que supieron tanto de ingresos de nuevos aportes como de desgarradoras separaciones, en paralelo a un crecimiento de caudal electoral e incidencia política sostenido y constante hasta el 2004.

A mi juicio,  sin la faceta de "movimiento" que hace a la naturaleza dual del FA, si el Frente fuera tan solo una coalición, difícilmente  habría sobrevivido a cambios de tal magnitud. Fue ese aspecto de la constitución del FA, traducida en los cientos de miles de compañeros compenetrados con una mística, un programa, una serie de posturas políticas comunes a todos los frentistas, lo que actuó como "buffer" de las tensiones internas, atemperó los cambios de rumbo tras las alternancias en la correlación de fuerzas de los sectores partidarios y fue pautando una cultura en la que ninguna parte podía alienarse del todo.

Sin embargo, y por definición, una particularidad política de los "frenteamplistas independientes" es que no pueden organizarse o actuar de manera coordenada y sistemática, pues de hacerlo, constituirían de hecho un nuevo sector frentista, el que, a juzgar por los hechos del pasado, terminaría tarde o temprano por constituírse como sector formal. Si "independientes" quiere decir "no identificados con corrientes organizadas", los independientes que para fortalecer su rol se constituyen en corrientes organizadas dejan de serlo, en una genuina paradoja. El caso de Danilo Astori puede ser tomado como ejemplo. En 1989, era candidato a Vice del FA en la fórmula Seregni-Astori y encabezaba todas las listas frenteamplistas al senado, al que ingresó por la lista 1001 por el acuerdo interno de que habría de ser la lista más votada la que aportaría el escaño necesario, pero en ese momento Danilo Astori era quizás el nombre y la imagen del frenteamplista independiente por antonomasia. Para las elecciones siguientes, una serie de militantes frenteamplistas de diversas procedencias se habían aglutinado tras su figura en Asamblea Uruguay, en la lista 2121 que resultaría la mayoritaria al interior del FA. Desde ese entonces en adelante, su imagen se asociaría crecientemente con una serie de posturas sectoriales que suelen ser consideradas, al menos a nivel mediático, como uno de los extremos ideológicos de la interna frentista. Hay otros casos similares, pero probablemente éste sea el más ilustrativo.

La legítima aspiración de una figura "independiente" o de un conjunto de tales compañeros, de adquirir mayor relevancia e incidencia en la interna frentista, condujo en ése y otros casos a la conformación de un grupo sectorial tan nítido como los más tradicionales partidos de la izquierda  uruguaya. Quienes los conforman en pos de hacer oír las voces independientes, dejan de ser ellos mismos independientes. Quienes lo impulsan en pos de revitalizar la faceta de movimiento del FA, refuerzan su estructura de coalición. Es importante aclarar que en esta apreciación no hay el más mínimo juicio de valor, sino una observación meramente fáctica. De la que se infiere que si la enorme y policromática masa de compañeros "independientes" han de hacer sentir su voz en la interna frentista, no será conglomerándose en torno a un determinado subprograma, línea estratégica y táctica específica o referentes concretos. Más aún cuando, como es obvio, la gestión de gobierno a nivel nacional y de varios departamentos somete a toda la estructura frentista, ya sea a sus sectores o a su base no sectorizada, a una enorme presión y direccionamiento de esfuerzos y recursos (militantes, tiempo, ideas, etc.) hacia la conformación y sostén  del gobierno a nivel ejecutivo y legislativo.

El comité de base fue la figura política donde vivió y gozó de buena salud el movimiento frentista en sus etapas fundacionales y en la reconstrucción post-dictatorial. No pocos compañeros la consideran agotada o superada por la evolución tecnológica y su incidencia sobre el intercambio de ideas políticas.  Y de hecho buena parte de la discusión sobre la participación de la base en el FA se ha concentrado en las formas: si virtuales, si presenciales, si una mezcla. A mí me parece muy sano y muy propio del frenteamplismo que se discutan y decidan las mejores formas de participación. Pero creo que hay cuestiones de fondo  sobre las que se reflexiona menos que son, cuanto menos, tan importantes como las formas. Las vías y modalidades de participación pueden cambiar y diversificarse en el transcurso del tiempo. Pero me parece que un punto central es que la participación que se de, mayor o menor, más o menos intensa, sea efectiva, para no generar descreimiento en la participación misma. Si el programa de gobierno pauta claramente posturas comunes sobre un conjunto de temas, si la base está convencida en la conveniencia de dichas posturas, es crucial que la gestión ejecutiva y legislativa la exprese tan fidedignamente como sea posible. Si la contradice de manera significativa, mal se podría convencer a nadie que dicha expresión de voluntad común y el esfuerzo realizado para gestarla tienen un significado real.

Ningún programa puede anticipar todos los desafíos que la vida pone por delante de un gobierno que intenta cambiar la realidad de manera pacífica, pero para construír las bases de una nueva sociedad, sobre nuevos paradigmas, que ha sido siempre la razón de ser del Frente Amplio. Para conservar el status quo ya hay otras fuerzas políticas, que para tales menesteres son  mucho más eficaces. El FA nació para incluír, para dignificar, para reflejar la voz de los trabajadores organizados y no sólo de las corporaciones empresariales o profesionales, para apostar a la capacidad de desarrollo y gestión de las  gentes de cada localidad, desconcentrando y descentralizando el poder político, desmonopolizando el poder económico y mediático, desligando las posturas en política exterior de la agenda imperial, haciendo valer la dignidad del trabajador rural, del servicio doméstico, del empleado de las grandes superficies comerciales, para pensar  y ejecutar CON la juventud programas que generen su inclusión educativa y formativa, no para rezongarla o apuntarla con el dedo para culparla de todos los males de una sociedad que ellos no inventaron, sino que heredaron de  NOSOTROS sus mayores. El FA nació para confiar en nuestras gentes y nuestras capacidades, en nuestra Educación Pública, en nuestros creadores y desarrolladores, en nuestros artistas, en nuestros investigadores, en nuestros innovadores. Sin chauvinismos ni xenofobias y pensando siempre en términos de Patria Grande, no solamente desde la escala uruguaya. Pero para no creer en nuestra capacidad y comprar tecnología cerrada a grandes corporaciones del norte que nos  serán siempre ajenas, hay otras fuerzas políticas que saben hacerlo mejor que nosotros. Para no creer en nuestra capacidad de generar contenidos culturales que sean divertidos pero no a expensas de la ridiculización o humillación de nadie, y consolidar una estructura de medios basada en la crónica roja y en poner en pantalla enlatados con  eventos tan formativos como el baile del caño o el escándalo mediático del día, hay mejores estandartes que la  bandera de Otorgués. Para no asumir la plena vigencia de los Derechos Humanos y los acuerdos internacionales suscritos en la materia, en tiempo pasado, presente y futuro, no se necesita al FA y su militancia. Hay quienes olvidan selectivamente mejor, hay quienes diseñan teorías históricas "a la medida" mucho mejor y saben no mirar la mugre barrida bajo la alfombra muchísimo mejor.

En todos los terrenos de la realidad nacional que yo puedo pensar, los dos gobiernos del FA, que, más allá de matices que son naturales y saludables, reflejan en lo sustancial  una misma línea política, están dejando al país mejor de lo que estaba el 1 de marzo del 2005. Lo hizo el gobierno de Tabaré, lo está haciendo el gobierno de "Pepe" Mujica. Empleo, Consejos de Salarios, regularización laboral, inversión educativa, inversión en políticas de inclusión social, inversión en políticas de investigación e innovación, inversión en obras de infraestructura vial y de telecomunicaciones,  Derechos Humanos...en todos los aspectos que logro pensar, el Uruguay de hoy es mejor que el del último día de la presidencia del Dr. Jorge Batlle.  Pero un punto en el cual la base frenteamplista, la gran masa de frenteamplistas a secas, me parece que tiene - y fundadamente- distintas impresiones,  es en el de si esas mejoras son suficientes para sentir que el rumbo es el correcto y que hace falta sólo perseverar, o si en realidad no alcanzan o no están en suficiente concordancia con los propuesto en el programa común y por ende entender que se necesita algún golpe de timón. Ni en la complacencia del "todo bien" ni en la autoflagelación del "todo mal" puede estar una evaluación ponderada. Si reviso nuevamente  cada aspecto de la realidad, mi apreciación personal reconoce matices bien diferentes. Hay temas donde se avanzó mucho más que en otros, el grado de avance en cada tema es bien diferente y a veces, los propios temas presentan particularidades que hacen difícil tan siquiera comparar, pero  donde es claro que aún falta muchísimo por hacer. Afirmarse en lo que se intentó y se pudo, para ir a por lo que no se intentó o no se pudo, o para corregir lo que no ha respondido a las expectativas razonables, parece ser el camino más saludable.

Ejemplifico para no quedar en las nubes del razonamiento abstracto. En un mismo item se pueden encontrar luces  y sombras. Los gobiernos del FA han realizado el mayor esfuerzo a la investigación y el desarrollo local de tecnologías, contenidos culturales y artísticos que haya conocido el Uruguay desde el Ingeniero José Serrato y Don Pepe Batlle a la fecha. Ni más ni menos: mera constatación de números, porcentajes de PBI, programas existentes, etc. Si estamos hablando de un avance que para encontrale parangón hay que remontarse más de 80 años en nuestra historia, evidentemente estamos hablando de un hecho sumamente positivo. Sin embargo y al mismo tiempo, la política de adquisiciones del estado (administración central, empresas públicas, etc.) ha dado varios pasos en la dirección contraria también muy evidentes y significativos. No me extenderé en detalles, pero no creo que nadie desconozca que  ante la necesidad de incorporar recursos tecnológicos críticos (por ejemplo, software de gran tamaño y requerimientos técnicos) suele plantearse la disyuntiva entre apostar a la capacidad nacional (o regional) para desarrollar una solución nosotros mismos, o el invertir inmensas sumas de dinero en adquirir "llave en mano", a alguna corporación del norte, la "solución mágica". En el período de gestión del FA se ha hecho en ocasiones  lo segundo y es un error importante a corregir. Que significa una apuesta ideológica errada respecto a los contenidos programáticos que siempre ha tenido nuestro FA y contradictoria con el esfuerzo de inversión en innovación antes subrayado. Pero mas allá de estos factores ideológicos, es un error objetivable, técnicamente, con prescindencia de consideraciones ideológicas. Porque se apuesta a comprar "llave en mano" a grandes corporaciones del norte estas "soluciones mágicas" argumentando: 1) Su menor costo 2) Su implementación más rápida 3) Que constituyen transferencia tecnológica (es decir que adquirimos no sólo el producto, sino conocimientos y capacidades) 4) Su calidad. La experiencia señala que a veces, transcurrido el tiempo y pasando raya a los números, se demora más en implementar estas soluciones "llave en mano" que lo que se habría demorado en realizarlo localmente, terminan costando muchísimo más de lo que habría costado apostar a las capacidades locales, no constituyen transferencias tecnológicas pues el proveedor transmite el "know how" mínimo indispensable para manejar su herramienta pero nada que permita desentrañarla a fondo o elaborar alternativas y por último, su calidad en ocasiones es francamente cuestionable. En resumen, las "soluciones mágicas" en ocasiones no sólo no son mágicas, sino que ni siquiera son auténticas soluciones. La gestión frenteamplista hizo ambas cosas: inversión record en capacidades nacionales desde Don Pepe Batlle, y también apostó en ocasiones al gran proveedor multinacional y a soluciones tecnológicas muy caras y cuestionables, en lugar de jugar sus cartas por la capacidad local y regional ¿Con qué lado de la luna nos quedamos, cuál asumimos como parte de nuestra acción u omisión? ¿El brillo de la inversión récord o  la desazón sombría de una decisión estratégica muy errada, tanto en el plano ideológico como en el estrictamente objetivo, de evaluación de costos/beneficios?

Yo creo que hay que asumir las dos cosas. Lo que quisimos/pudimos/supimos hacer y con lo que no, con los desafíos que superamos exitosamente y los errores de diversa entidad. En el ejemplo concreto, hay que profundizar la inversión en desarrollo de capacidades locales y abandonar la práctica de malcomprar "soluciones mágicas" , "llave en mano" a corporaciones multinacionales. Y si eso significa reconocer errores, hacerlo y punto, que la izquierda no está vacunada contra el error, pero debe estar capacitada para reconocerlos y corregirlos por sí misma. No se construye desde la negación de la equivocación sino desde su reconocimiento y voluntad de corrección. Pero tampoco desde la flagelación, porque tanto los seres humanos a escala individual como a escala colectiva, no somos vírgenes vestales o seres iluminados. Y a menudo aprendemos desde el error. Obviamente, hay errores y errores, y el reconocimiento y la reacción que los corrija debe tener intensidad y celeridad acordes con la magnitud del yerro. Nada dice que sea imposible hacerlo, con el transcurso del tiempo, con el tiempo necesario para madurar la percepción y las posibles alternativas, pero sin titubear en la voluntad de hacerlo.

Y esto nos lleva de la mano a un punto central :hay que incorporar el factor tiempo a nuestras evaluaciones.


Los tiempos del mercado o de los acuerdos entre pocos actores son muy breves. El mercado puede arruinar o llenar de oro cualquier empresa del mundo bursátil  en cuestión de minutos, por ejemplo. La construcción de consensos amplios, opiniones con fuerte sustento en la base política de cualquier colectivo y de ejecución concreta viable, lleva un tiempo superior en escala: no son minutos, ni horas, suelen ser meses. Son los tiempos de la política, de la maduración y del convencimiento colectivo. Y en algunas áreas, el factor tiempo es intrínsecamente más largo. Lo es en seguridad: quienes delinquen violentamente hoy, forjaron su atracción o hábito de delinquir, su apuesta a la violencia como "salida", mucho años atrás. "Más vale prevenir que curar" es uno de los dicho más sensatos. Pero cuando la matriz de la exclusión, de la marginación, de la violencia en el hogar, de la penetración de la pasta base en los sectores de menores recursos lleva años de desarrollo, ya no se puede prevenir. Pero tampoco se puede curar a una madre que perdió un hijo o a una familia que perdió a un padre laburante porque quien lo robó estaba completamente descontrolado y lo ejecutó. Mientras se trabaja en políticas de inclusión social para cambiar la raíz del problema (tema harto difícil si los hay), se reclama que es necesario reprimir el delito ya instalado. Los ministros José Díaz y Daisy Tourné estuvieron al frente de las mayores capturas de droga que yo recuerde en Uruguay. La ministra Tourné además instaló las mesas de convivencia ciudadana, tratando de acercar la institución policial a la sociedad y sus necesidades reales. Sin embargo, se le estigmatizó por una foto de su rostro bajo la ducha, que, naturalmente, de haber sido varón el protagonista de la foto,  la misma habría sido aplaudida o pasado desparecibida. Quienes claman por represión eficaz y bajo el respeto a los derechos ciudadanos, quizás no deberían, si realmente están haciendo política con mayúsculas, haberse escandalizado tanto en su momento por una cara bajo la ducha. Reformar la institución policial, que siempre está expuesta a los contagios de la delincuencia a la que enfrenta, como han declarado sus propias autoridades, que a veces no está dotada de los recurso materiales y humanos necesarios, ajustar las disposiciones legales y los procedimientos judiciales a los tiempos y tecnologías actuales, requiere recursos, esfuerzo y tiempo. Nuestra Justicia no es ni más torpe ni menos eficaz que ninguna otra. Pero como todo sistema judicial, si se pretende que gane en eficiencia en la condena del delito sin perder las garantías propias del Estado de Derecho, debe apostarse a él con prudencia, con inversión de recursos humanos y materiales significativos y, sobre todo, con paciencia, porque no hay varita mágica posible en este terreno.

La tan proclamada "Crisis Educativa" daría aún para mucho más. La Educación uruguaya está en crisis severa al menos desde 1973, cuando todo el poder del Estado quedó en manos de Juan María Bordaberry y las Fuerzas Armadas. La destrucción de 11 años (en algunos niveles, como el universitario, genuina pulverización) del sistema público de educación se paga por lo menos durante 30 años porque son generaciones de uruguayos educados con severas carencias que las transmitirán a las generaciones venideras. ¿Por qué se declara ahora la crisis educativa si nada que se haga en la educación- ni para bien ni para mal- se percibe cabalmente  hasta mucho tiempo después?

El FA en el gobierno ha hecho apuestas importantes por la Educación pública y también ha cometido errores. Por ejemplo, un proyecto sustantivo de inclusión digital- el Plan Ceibal- fue confundido  por muchos de nosotros con una Revolución Educativa. Y el Plan Ceibal no fue ni es una Revolución Educativa. Es una jugada muy fuerte por la Inclusión Digital Universal, porque Internet y computadoras no sean ajenos a ningún uruguayo, intención absolutamente compartible. Pero en el  plano educativo, aporta una herramienta, que como toda herramienta, puede ayudar a hacer, pero no hace por si sóla y como en todo problema complejo, no es la única herramienta necesaria. Podría opinar largamente sobre los claros y oscuros que veo en la gestión educativa de nuestros gobiernos, y en todo caso acepto que en comparación a la Salud por ejemplo ( otro terreno harto complejo y con claroscuros, pero donde el aporte de cobertura a centenas de miles de niños o la realidad del Hospital de Ojos sólo pueden ser ignoradas por ceguera ideológica), en el área educativa formal es una de las temáticas donde más hay por hacer para el gobierno del FA.  Y agrego "formal", porque la Educación es para toda la vida y todos los ámbitos y en ese sentido la apuesta del FA a  las instancias de Educación fuera del sistema educativo tradicional, como los Centros MEC, por ejemplo, me parecen iniciativas excelentes, globalmente bien ejecutadas y en pleno desarrollo que llevan estímulos culturales y de desarrollo de capacidades a grupos sociales y etarios habitualmente olvidados por el sistema formal, generando inclusión activa y concreta, desde las comunidades mismas. Pero, naturalmente, es una realidad que no tienen buena prensa. Es mucho más interesante para el virtual monopolio de los contenidos televisivos uruguayos las reflexiones de algún adulto que sermonea adolescentes, que ver adultos que conocen yse relacionan con sus nietos que viven en otras partes del mundo gracias a que en un Centro MEC aprendieron a acceder a Internet y se contactan ahora con sus hijos en Australia o USA a través de Skype, por ejemplo. No me lo contaron: lo viví. Sería bueno que los informativos, entre rapiña y rapiña, también lo contaran.

Naturalmente, UPM-Botnia y el proceso celulósico, o Aratirí y la minería a cielo abierto, han también dinamizado la discusión modélica: ¿Qué tipo de inversiones productivas y bajo qué garantías (ambientales, de agregación de valor, de potencial social y generación sustentable de empleo) queremos promover? Estas discusiones darían para varias notas en sí mismas y al respecto de estos temas he escrito, pero señalo que no ignoro este terreno de discusión. O el de la asociación público-privada bajo las PPP, o los alcances y limitaciones en la política de Derechos Humanos, tema en absoluto menor no sólo para la sensibilidad frentista, sino para el futuro del país. He escrito bastante sobre todos estos temas puntualmente y merecen mucho mayor espacio, pero no puedo dejar de consignarlos al menos, a la hora del repaso general. El FA está atravesado por polémicas y discusiones, claros y oscuros, oportunidades y desafíos.

El factor tiempo es crucial en política. Las políticas liberalizadoras, privatizadoras y descuartizadoras de todo sistema de garantías sociales son muy "eficientes": se pueden ejecutar en muy poco tiempo (como Menem en Argentina). Vender las joyas de la abuela es fácil y rápido. Pero se compra pan para hoy y mucha hambre para mañana (nuevamente, ver consecuencias de Menem en Argentina). Esta "eficiencia" es un festival de fuegos de artificio que dejan una sociedad pauperizada y polarizada detrás de sí, gestora de la delincuencia que años después horroriza y lleva a levantar el dedo acusador hacia quienes no la crearon ni estimularon, sino simplemente heredaron. Las discusiones "superadas y sin ideologías" son muy sencillas. En telecomunicaciones, suelen tender a confundir al Estado con un actor más, como si las palabras "estrategia", "geopolítica", "soberanía", "seguridad" y contralor ciudadano" no existieran. Suelen tender a liberalizar, en haras del supuesto beneficio de un hipotético cliente (el ciudadano, reducido a su condición de comprador de bienes). El mismo ciudadano que, de acuerdos a los datos del Area de Defensa del Consumidor se queja mucho más y sin respuestas pertinentes de los proveedores privados de telefonía celular que del prestador estatal, ANTEL. La "rapidez" de las acciones no es sinónimo de "ejecutividad" ni de "eficiencia". Nada más eficiente que evitar un error estratégico o corregir un error de relevancia ya cometido. Es difícil y lleva tiempo, no tiene buena prensa y es muy fácil de bloquear. Pero es posible. En la vecina orilla, una Ley de Medios que frenara el poder hegemónico del Grupo Clarín parecía imposible. La realidad mostró que es posible y movilizó a la juventud tras un proyecto que empezaron a palpar y sentir que cambiaba sus condiciones de vida. No extrapolo una realidad a otra, simplemente señalo un ejemplo puntual de que proyectos que puede ser refutados como imposible o "volados" no pocas veces son finalmente los más realistas y sensatos. Pero requieren tiempo, crecen desde el pie, no por arte de magia. Y requieren, llegado el momento, enfrentar poderes fácticos inmensos, capaces de desestabilizar, si se lo proponen con inteligencia, cualquier país o nación, o  aportar desgaste decisivo para consumir la salud de cualquier individudo. Llegado ese momento, la disyuntiva para la izquierda es tremenda, pero define su identidad. Para estirar, flotar, barrer bajo la alfombra, disimular o congraciarse con los poderosos, no se necesita la izquierda. Más aún, la izquierda se define en última instancia por ser la fuerza que, en esas diyuntivas tan duras, decide enfrentar al gran poder que se tiene en frente, sabiendo que se corren riesgos de todo tipo. No son decisiones para improvisar, ni para individuos que sobrevaloran sus capacidades personales. Son para colectivos,  dispuestos a capear el feroz tempòral juntos, a atravesar túneles de inmensa oscuridad, con la mirada fija en la luz puntual que señala el camino. Como lo hizo el FA en su bautismo de sangre, en los 11 años de la dictadura militar.

No escapa a mi comprensión que hay compañeros que se han desencantado definitivamente del FA en el pasado o que lo puedan estar haciendo hoy. Así como ha habido en el pasado retornos a los partidos tradicionales o "idas por derecha", también ha habido compañeros de izquierda que se han ido del FA por entenderlo demasiado moderado o comprometido con el status quo, que se han "ido por izquierda". Sé que al decir esto sostengo una postura que no le gusta o conforma a casi nadie, pero yo respeto a esos compañeros. Concretemos en un ejemplo: respeto la tesitura, por ejemplo, de quienes han conformado Asamblea Popular. No consideron que no formen parte de la izquierda por no formar parte del FA, la izquierda no tiene dueños ni amo de llaves. Y en muchos temas (política internacional, rol del Estado en la producción, Derechos Humanos, etc.) saldremos a manifestar del mismo lado, y con la misma pancarta. Una vez más, no teorizo, constato: militando por la Libertad de los Cinco patrioptas cubanos injustamente presos en USA, me he encontrado con militantes frentistas, de Asamblea Popular, militantes de la izquierda social, etc. "Compañero" es "quien te acompaña". Si en temas muy sensibles nos acompañamos, para mí sigo estando entre compañeros. Compañeros con discrepancias en valoraciones tácticas y estratégicas, pero la perinola de la vida gira mucho y yo no soy quién para descartar, como ya ha ocurrido, que las distancias de hoy mañana no se acorten. Mientras sea así, el respeto ante la diferencia y el fortalecer las coincidencias es la única actitud que puedo asumir. Queda bárbaro reforzar el espíritu tribal e increpar al distinto refregando la camiseta propia. La construcción política no es un partido de fútbol. Es infinitamente más compleja y requiere muchísima perspectiva histórica. La construcción del FA fue posible gracias a no refregar tanto la camiseta propia, distender los reflejos tribales, y apostar a la unidad sin exclusiones. Si realmente honramos la fundación del FA, no nos podemos quedar en actos litúrgicos y de veneración del pasado, sino que debemos proyectar al presente las lecciones de la Historia. Siendo auténticos en la expresión de las visiones de cada uno, con apertura, firmeza y lealtad, no rehuyendo a la polémica, pero respetando a quien coincide en diversos puntos pero discrepa en el balance global y en su inserción en el mapa político con nosotros, es que se construye, dejando al factor tiempo hacer su trabajo. Y lo que no se puede unir, al menos se puede no irritar. Y no hay que esperar a que empiece el otro, ni pretender reciprocidades. Uno debe empezar y mantenerse en esa tesitura llueva o truene. Si, por citar un solo nombre fundador, Rodney Arismendi hubiera declarado la ruptura de toda relación ante cada manifestación de anticomunismo que surgía en la izquierda uruguaya, jamás habría habido FA tal y como lo conocemos. Las construcciones políticas fecundas  requieren perspectivas largas, y como sospecho que probablemente yo no la posea, apuesto al menos a no erosionar innecesariamente todo lazo que pueda ayudar a acumular en torno al objetivo que comparto con generaciones de militantes que lo han buscado por diversas vías y bajo muy diversas concepciones. Pues creo, como dijera Danilo Astori en su  discurso del 4 de junio de 1989, al ser proclamado por el FA como compañero de fórmula presidencial del General Seregni, que  nuestro objetivo "se sigue llamando Revolución". Y "Revolución" es palabra demasiado grande y ardua de concretar como para andar menospreciando o sobrando a nadie, independientemente de cuántos adherentes tenga cada uno en X momento, o cuánto poder de movilización o incidencia política tenga cada quién: en la izquierda todo poder es circunstancial, salvo el de la gente de a pie, el de la grandes masas de trabajadores, de excluídos, de pisoteados en sus derechos.  Todo lo demás es circunstancial. Hoy es reflector encendido, mañana apagado. Hoy es protagonismo, mañana es vuelta a la base. Los poderes y roles individuales o sectoriales para el militante de izquierda son un claro ejemplo de "toda pasa y nada queda, porque lo nuestro es pasar". Si se busca ganar poder personal perenne, hay una construcción política diseñada para ello y se llama derecha. Muy simple y concretito.


En lo personal, no desde una visión color de rosa y lírica, sino desde la percepción d elos claroscuros de la realidad, de las tensiones y contradicciones que lo atraviesan, desde los crecientes desafíos que enfrenta, pero  también desde la valoración de su legado, de cuánto ha costado cada paso y cuánto más habrán de costar los futuros, desde  el reconocimiento de su enorme potencial  aún sin desplegarse a pleno, creo que el FA como herramienta y como proyecto político sigue siendo plenamente vigente.  Tan vigentes como los avances concretos que logró para cientos de miles de compatriotas que consiguieron un trabajo, que ven a sus hijos conectarse a Internet en su casa, que ven a los jóvenes o adultos mayores (los convidados de piedra de nuestro sistema) hacer tareas formartivas y recreativas en los Centros MEC, que ven a un sindicato representándolo en un consejo de salario,  que ven a genocidas en prisión y a trabajadores eternamente postergados reconocidos en sus derechos laborales. Tan vigentes como los desafíos incumplidos, como los errores cometidos y a enmendar, como los caminos incompletos, los pasos en dirección equivocada o los titubeos que nos hacen esperar para lanzarmos a caminar.-

Tan vigente como cada una de sus luces y logros, tan vigente como cada una de sus contradicciones, tan vigentes como nuestros errores por acción y omisión, está una herramienta política que debe afirmarse en su identidad, en su base, en su programa, para concitar a la participación efectiva. Que debe afirmarse en sus luces pero no para congraciarse o por instinto de preservación, sino para proyectarse con energía a superar y corregir los errores y emprender los desafíos aún no asumidos.

Larga vida al Frente Amplio, larga vida a toda la izquierda del Uruguay, larga vida a todos los militantes que creen que se sigue llamando Revolución. Que nos unan no  sólo la bandera tricolor de Otorgués y los recuerdos en común, la sangre derramada y los sacrificios anónimos y heroicos, sino la responsabilidad histórica de que el gurí que hoy no tiene 4 comidas, mañana las tenga; que el que no tiene médico o dentista, mañana lo tenga; que el que carece de techo o educación formal, mañana la tenga y sea digna, de calidad; que el gurí que hoy crece en la violencia física, psicológica, sexual, mañana pueda crecer en paz y sabiendo que no le agredirá quien se supone debe cuidarlo, llámese mamá, papá, o la policía. Para que mañana los viejos que tras décadas de laburo hoy llegan al final de la vida solos y contando cada monedita, tengan una calidad de vida acorde a tanto esfuerzo y sacrificio y a su dignidad comio personas. Para que el laburante que se rompe el alma para conseguir logros para la comunidad no sea noticia sólo cuando sufre una desgracia, sino también cuando protagoniza un hecho feliz y destacable. Para que no decidan tres o cuatro personas qué es noticia y qué no, y si es noticia, cómo debe presentarse, desde qué ángulo. Para que la madre adolescente, el gurí de bochita pelada internado en el Pereira, el enfermo psiquiátrico, el trabajador sexual, el que nació con capacidades distintas, todos y cada uno, sean más contenidos en una sociedad que sea un poquito menos  egocéntrica y consumista, y más pendiente del dolor vecino, que está  ahí nomás, apenas abriendo los ojos. Porque la política no son discursos ni libros, sino vidas  concretas que cambian para bien o para mal, es que nuestro desafío se sigue llamando Revolución y nuestra responsabilidad histórica es absolutamente mayúscula, reagado de contradicciones, desafíos y cruces de caminos donde en cada momento, hay que apretar los dientes y, a riesgo de equivocarse, apostar  sin titubeos ni gestos  soberbios a lo que sincera y humildemente creemos a conciencia que más y mejor honra nuestra identidad y el legado histórico que recibimos.

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