"Mirá, mi amor, cuando yo tenía más o menos tu edad, este señor me
hizo llorar de alegría levantando por primera vez la copa Libertadores para
Nacional y fue campeón del mundo de clubes, fue capitán de Uruguay, jugó dos
mundiales... este señor es uno de los ídolos de papá"
El autor de la frase, querido Lector, quien suscribe.La destinataria, mi
hija menor, por ese entonces de apenas 5 años, que junto a su hermana miraban
con ojos enormes a aquel veterano caballero, aun de firme estampa, que recibía
nuestra admiración con una mezcla de alegría y pudor que no muchos hombres
logran exhibir. El caballero, Luis "Peta" Ubiña.
El "Peta" falleció a mediados de esta semana, tras haber
pasado varias dificultades en sus últimos tiempos. En su cajón, envuelto con la
bandera de Rampla Juniors (camiseta con la que en 1964 conquistó el vicecampeonato
uruguayo, algo histórico para la época) y con la de Nacional, se iba el recio y serio
protagonista de muchos duelos deportivos- y nada más que deportivos-
inolvidables para mí.
Pero también, tanto como su imagen izando la copa en Lima (con camiseta
cambiada: otros tiempos, otra ferocidad en la cancha, otros códigos afuera), vino a mi mente la
condición misma del futbolista.
Ese futbolista profesional que siempre es un trabajador, que raramente
es un crack y rarísimamente es un hombre afortunado y con la vida resuelta.
Sobre el pasado no cabe duda. En la entrevista que le hiciera Joselo
Olascuaga, el "Peta" Ubiña narra algunos hechos que exoneran de todo
comentario
"Cuando fui al Mundial de Inglaterra yo trabajaba ocho horas en una
fundición; hacíamos los contrapesos para los ascensores de OTIS. De ahí me iba
a la cancha de Rampla a entrenar con el Hugo Bagnulo. ¿Sabe lo que es trabajar
ocho horas y que encima después lo agarre el Hugo? Quedaba muerto. Y en Rampla
llegamos a estar seis meses sin cobrar. Después del Mundial pasé a Nacional.
Dejé la fundición donde ganaba cien pesos y en Nacional pasé a ganar
trescientos"
Los cracks de antaño, salvo contadísimas excepciones, terminan sus días de manera extremadamente
modesta y en ocasiones, con sendas privaciones.
Pero esto no es de la época del Peta, sino que se prolonga hasta hoy.
Jugadores que han llenado de calidad y gloria a
varias camisetas y están en la plenitud de su vida, logran su sustento
trabajando de pintores, choferes, porteros, todas ocupaciones completamente
dignas, pero que claramente nada tienen que ver con la imagen del futbolista
millonario que prevalece en el imaginario popular.
Hay algunos futbolistas, trabajadores como todo los demás, que son
cracks y además de ser cracks, son afortunados: y les toca en suerte el pase
que "hace la diferencia", que les aporta sumas siderales de dinero, o
que les hace ser protagonistas de spots publicitarios, "celebrities"
de empresas, codiciados por "sponsors". En el Uruguay de hoy, en esa categoría entran
Suárez, Forlán, Cavani, Lugano, Abreu...y algunas decenas de jugadores más, que sin
llegar a su nivel, han hecho una carrera en el exterior que les permite contar
con medios económicos inaccesibles para el común de los mortales.
Bienaventurados ellos, por cierto. Pero estamos hablando de 50, quizás 100
futbolistas que pueden mirar el futuro con toda serenidad ¿Qué pasa con todos
los demás? Hay miles de futbolistas en el Uruguay, y no sólo en Montevideo, en
TODO el país. Todos ellos deben entrenar, a veces en doble o triple horario, sacrificar
mucho de sus vidas personales y sociales desde la infancia, escuchar todos los
fines de semanas todas las puteadas existentes y alguna que otra innovación en
la materia, arriesgarse a que una lesión
traicionera les corte la carrera abruptamente o que finalmente, tras unos 15
años de trayectoria, haya que colgar los
botines y pasar , a veces , de la ovación e idolatría, al olvido y la vuelta de
cara para no saludar. Y varios de ellos son cracks. Porque NO siempre es el talento el que separa aguas. Pero no tienen la
oportunidad, el empujoncito de algún dirigente, de algún técnico, de algún
"periodista", de algún empresario, de alguien adecuadamente "ubicado" que "los
coloque". Cualquier futbolero puede rápidamente hacer la lista de no menos de diez jugadores que, con más talento y mérito deportivo que otros que "han hecho la diferencia", nunca tuvieron esa oportunidad y la explicacion pasa por los vínculos, por las RR.PP. o por zonas más sombrías del acontecer humano, pero no por lo que se puede apreciar dentro de una cancha y con la pelota.
La imagen del futbolista-millonario es la que se fija en la retina popular porque es la que se reitera y promueve desde los medios, pero es la excepción y no la regla, que la constituyen quienes pasan por el fútbol con pasión y dedicación, dejando lo mejor
de sí, pero llevándose muy poco más que muchos
recuerdos.
ESA es la realidad de la inmensa mayoría de los futbolistas en Uruguay.
Que tienen su gremio, que tienen sus reivindicaciones, que muchas veces irritan
al hincha. Pero que responde a que no
todos los futbolistas son cracks, pero sobre todo, a que NO todos los cracks son afortunados o tocados por esas caprichosas o sesgadas "varitas mágicas" de la oportunidad. Y a que sólo desde la protección y solidaridad mutua pueden respaldarse.
No se trata de comparar lo incomparable ni de entrar en la vieja táctica
de los explotadores de enfrentar
trabajador contra trabajador. No tiene sentido comparar a un futbolista con un
trabajador de la construcción o un docente y oponer unos con otros. Por el
contrario hay que unirlos en su común condición de trabajadores.
Y de trabajadores explotados. Explotación en el fútbol hubo y hay,
porque genera ingresos muy importantes, mueve capitales inmensos, y, visto
desde el trabajador, genera enormes tasas de plusvalía. Quién explota y de qué
modo lo hace cambia con los años, como en todo terreno de la sociedad. Pero la
explotación sigue siendo la realidad de los más.
No discuto que haya algunos futbolistas que ganen mucho o demasiado y lo
despilfarren. Conozco casos, por cierto. Pero por cada uno de ellos hay muchísimos que se rompen el lomo y
generan ingresos a más de un vivo, que bajo una promesa u otra, logra usarlos
hasta que termina por descartarlos.
No todas son pálidas, hay cosas positivas a destacar. Ya en el primer gobierno del Frente Amplio se lanzó un programa de apoyo (educativo, alimentario, material, social, etc.) desde el Estado a los divisiones formativas del fútbol uruguayo para preparar
para la vida a la inmensa mayoría. Esa inmensa mayoría formada por todos los chiquilines que hacen las
formativas y nunca llegarán a jugar en primera, o la de todos los que llegan a jugar en
primera pero nunca serán ovacionados, o todos los que alguna vez son ovacionados pero nunca llegarán a recibir
ingresos acordes al capital que reproducen para toda la parafernalia de
actividades lucrativas que pululan a su
alrededor.
Detengámonos a pensar solamente en el merchandising, por ejemplo. Cuando el Real Madrid adquiere a Zinedine Zidane al Juventus en la friolera de 120 millones de euros, en EL PRIMER MES del pasaje de "Zizou" por el equipo merengue, éste último ya había recibido utilidades por la compra- en todo el mundo- de la camiseta del club con el nombre de Zidane estampado, por 150 millones de euros. Es decir: mientras Zidane no había tirado una pared, hecho una moña o gol y aún hacía acondicionamiento físico, ya se había pagado el pase y generado un ingreso neto de 30 millones de euros para las arcas madridistas. El merchandising, los derechos de TV, los juegos de apuestas, todos los subproductos del deporte que favorecen al poseedor del derecho de imagen, de determinadas licencias, etc., generan fortunas. Y a ellas contribuyen no solo las estrellas del firmamento futbolero sino todos los que entran a la cancha, preparan, forman, etc. Pero a la hora de las mieles, son pocos los invitados al banquete y no siempre servidos en proporción a su aporte.
Por cierto, con su programa de atención a los chiquilines que sueñan con construir su futuro en el fútbol, el FA no ha actuado igual a como lo hicieran tradicionalmente blancos y colorados. Porque no ha pensado en el excepcional
afortunado, sino en la inmensa mayoría. Que no alcanza lo hecho, que la separación de criterios debería ser aún mucho mayor y que lo realizado es apenas un paso, no seré yo quien lo discuta. Pero, aunque sea parcialmente, quizás muy gradualmente, en mi opinión hay algunos nuevos enfoques en el fútbol, donde en algunos temas críticos aún ni siquiera se entró, pero donde no por ello cabe ignorar lo que sí se hizo.
De mi corazón, al Peta levantando la copa en Lima no me lo roba nadie.
Ni la maldita Parca. Al veterano entrañable que besaba cariñosamente a mis
impresionadas hijas, tampoco. Y lo que no se le supo reconocer y devolver en
vida, no hay discurso o elegía que lo arregle. Pero que su despedida sirva al
menos para reflexionar. Para pensar en el laburante del fútbol. En el mundo del fútbol como juego, como deporte, pero también como escenario económico y de juegos de poder varios. Y a pensar en la realidad del futbolista. Que en su
inmensa mayoría es explotado, como todo
trabajador, por el capital que con él se acrecienta.
Por todos ellos, por el
olor a pasto y pasión, pero también por el sudor y esfuerzo de todo futbolista,
por los botijas que se preparan para ser futbolistas pero sobre todo personas que puedan salir
adelante cualquiera sea su suerte, un enorme "¡Salud!" a la memoria
del gran "Peta" Ubiña. Y que para muchos de nosotros, el recuerdo de su templanza y firmeza nos impulse a trabajar más que nunca para levantar junto a las inmensas
mayorías la copa que más importa, la del torneo de la vida, y sin "pedir pase": siempre vistiendo y sudando la
camiseta de los trabajadores y de los
explotados de todas las actividades del acontecer humano.