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miércoles, 14 de marzo de 2012

No soy ni quiero ser tu igual. Mónica Moore.

Cuando mi hija era chiquita, un día vino de la escuela y me conto que ese día había empezado en su clase una niñita de Uganda. Cuando la pequeña entro en la clase, luego de la maestra presentarla a la clase, parece que por un rato, nadie le habló. Mi hija me contó, entonces, que ella le hizo un gesto con la mano para que se acercara a su pupitre, le dijo que se sentara con ella a compartirlo, que le prestó sus lápices y se hicieron muy amigas. Siguió diciéndome que le daba pena porque muchos no le hablaban, o incluso se reían por detrás de ella, por ser negra azabache y, que justo por eso, a mi hija le había dado pena y había tratado de compensar lo que los otros niños hacían. Yo le dije a mi hija que me parecía excelente que tuviera esa visión y esos sentimientos- pasta de líder, con toda modestia-, pero que siempre se acordara del siguiente detalle: no se trataba de ser más buena con esta niñita que con los demás, porque también se puede pecar de discriminación a la inversa. Se trataba de que ella, en su corazoncito, genuinamente viera a la niña de Uganda, IGUAL a ella y a todos los demás, que tanto mi hija como yo, a eso teníamos que apuntar: celebrar diferencias sin “verlas”, digamos. Le seguí explicando que me parecía estupendo y que me sentía muy orgullosa de ella por sus sentimientos, pero que esa niña se merecía, por ejemplo, que cuando tuvieran diferencia de opiniones se las hiciera saber, no que se callara, la aplaudiera e hiciera como que tenía razón… .porque era negra y ..le daba LÁSTIMA, Mi hija con 8 años lo entendió perfectamente: no tratarla mejor ni peor que a los demás, tratarla IGUAL.

Este pequeño episodio, ilustra uno de los valores por los cuales trato de regirme, y quizás viene al caso, para explicar como mujer, que siento cuando escucho en cualquier contexto, que exista la vergonzosa necesidad de incluirnos por Ley, a cualquier ámbito. No es que dichas leyes sean malas – aparte de que en general son dictadas e incluso, sustancialmente muchas veces redactadas por hombres hablando por mujeres, ¿o alguien va a negar que las instituciones del Poder son de corte y legado patriarcal?- pero como ser humano y como mujer,, me rechina que exista la necesidad de educar a prepo a adultos que, obvia y modestamente, no tuvieron madres como yo. Por otro lado, cuando escucho dichas opiniones, no puedo dejar de reflexionar que si a lo que se apunta es a una sociedad donde hombres y mujeres seamos socialmente iguales, el problema para mi reside de entrada, que en la sociedad todos los hombres mismos no son socialmente iguales entonces, de todos ellos, ¿a cual tipo, clase socio - económica, raza de hombre, nivel educativo, como mujeres estamos apuntando a igualarnos??? Sé perfectamente que en el campo político es en las leyes, oportunidades, etc, etc Pero en la realidad social, ¿qué pasa? ¿Todos los hombres tienen las mismas oportunidades? ¿Las mismas ventajas? ¿Son realmente iguales?

Me gustaría poner otro ejemplo, pongámosle que a todos los niños castaños, de apellido Pérez, que viven en determinada zona de Montevideo, la sociedad por alguna razón, se hubiese puesto tácitamente – e irracionalmente – de acuerdo que son inferiores al resto de la sociedad. Que un buen día, algún alma buena, o algún oportunista cínico para quedar bien en el ojo público, decidiera forzar a incluirlos por ley con una cuota. Me supongo que superficialmente cualquiera de esos niños respiraría más profundo y le alegraría saberlo; ya que innegablemente es un paso positivo para enmendar una injusticia- pero estoy segura, ese paso no bastaría para borrar de un quite, que tanto el trato hasta ese momento y, de que exista la necesidad de forzar a nadie que los acepten es verdaderamente repugnante. No le echaría la culpa si le hirviera la sangre al pensarlo. O que como ser humano, se sintiera furioso, profundamente herido o, incluso ofendido, con la versión popular dominante hasta el momento que ha tenido la necesidad de implementar a la fuerza, una perspectiva que para mí, siempre debería haber sido clarita como el agua. Y más de una vez, cuando he puntualizado con asco, la objetificación del cuerpo femenino en ciertos medios, la respuesta que consigo, incluso de hombres inteligentes en otros aspectos, va desde la sonrisita socarrona, al contra argumento de que : “¿qué querés? ¿Un dispositivo de censura? ¿Dónde queda la libertad de expresión?” Y sí, algo así para empezar no estaría mal, la libertad de cada uno termina donde comienzan los derechos de los demás, y creo que el derecho de mi hija por ejemplo, a no auto percibirse como futuro objeto, el derecho a que crezca sanamente como persona segura de sí misma, me amplio justificaría a mí por lo menos, tal “censura”. Me parecería perfecto un dispositivo que vigile/controle las imágenes a las cuales las próximas generaciones están expuestas, para no seguir criando chanchitos chauvinistas que ven perfecto el uso y abuso del cuerpo femenino, para que cada niñita crezca segura y contenta celebrando su diferencia de las otras. Después de todo, si los judíos – con toda razón- pueden ejercer un riguroso control informático a nivel del mundo occidental, sobre el que se atreva a negar el Holocausto, porque no podríamos aspirar a cierto nivel de educado respeto hacia los seres femeninos?

Quiero dejar constancia clarita que ni me defino, ni me identifico con cualquier teoría feminista específica.

¿Por qué? Primero, porque justamente me niego a que me pongan un rotulo y cataloguen, Dicho de otra manera, tratar de definirme es en parte apoderarse de mí, poseerme. No es cobardía, es simplemente celebrar y defender lo único de mi persona. Segundo, por lo que he visto en el campo teórico, la mayoría adoptan una posición antagónica con los hombres, yo más bien me suscribo a una perspectiva que celebre el diálogo y la complementación.

Entonces, yo como individual, no aspiro a la igualdad,- y no estoy hablando necesariamente en términos de política- aspiro justamente a que se celebren y respeten mi(s) diferencia(s) de manera armónica, que la sociedad ideal para mí sería aquella donde existen armoniosamente todas las voces, donde a todas ellas, castaños, negros, mujeres, homosexuales, rubios, ricos, pobres, indios, mestizos, emigrantes, con distintos grados de educación, creencias y visiones, fuesen respetados y otorgados su propio espacio discursivo. Es decir que nadie hablara por ninguno de ellos, más que ellos mismos. Entonces, -ahora si hablo pura y exclusivamente en el campo político que es distinto? a mis reflexiones anteriores,- yo apoyaría totalmente que se elija a una mujer como presidente, líder, etc,- pero si uno piensa en Margaret Tatcher para dar un humilde ejemplo, me dan escalofríos y no puedo evitar el cinismo- .pero, descontando algunos / bastantes tristes precedentes, repito, apoyaría a una mujer al poder, siempre y cuando la verdadera intención sea, y tenga clarito en su agenda, intentar hablar, educar y defender los derechos femeninos en general (en toda clase social, creencias, raza) al alcanzar una posición de poder…sin descuidar los de todos los otros grupos. Es decir, si me va a representar, bueno, que me REPRESENTE. Y le deseo de corazón la mejor de las suertes!

1 comentario:

  1. Para comenzar digamos que, todos somos parte de la raza humana, esto nos haría a todos iguales, sinembargo dentro de esta definición hay cosas que nos diferencian, como dice Mónica Moore, habemos Hombres, Mujeres, Negros, Blancos, Mulatos, Amarillos etc. Ahora bien estadiferencias deberiían enrriquecer a la humanidad si se respetara la igualdad en derechos. Hay una frase que define lo que quiero decir claramente "a cada cual según su necesidad y de cada quién según su capacidad". Esto deja claro que en lo que tiene que ver con la política no estoy para nada de acuerdo con la cuota, es un insulto a la inteligencia.
    En cuanto a la discusión sobre las diferencias o no entre homhres y mujeres, Claro que hay diferencias, desde las físicas hasta las que tienen que ver con la sensibilidad o la forma de ver e interpretar los diferentes acontecimientos del diario vivir ya sea político o social, pero la discución de esas diferencias son los que enriquecen la convivencia humana.
    Ayer escuché a alguien, mujer por supuesto, que decía comentando una frase sobre la igualdad de derechos entre ambos sexos, la misma rezaba: "no quiero que me regalen flores quiero que se me respete la igualdad de derechos" y el comentario fué "yo sí quiero que me regalen flores pero tambien quiero mis derechos" Aqui queda claro lo que tiene que ver con la igualdad en la diversidad.
    Es mi opinion, tienen derecho a opinar distinto.

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