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sábado, 29 de diciembre de 2012

Gérard Depardieu y los miserables. Gonzalo Perera


Gérard Xavier Marcel Depardieu nació en Chateauroux, Francia, el 27 de diciembre de 1948. Excelente actor, ha sido objeto de reiteradas y variadas distinciones por sus interpretaciones, pero además ha recibido las mayores distinciones ciudadanas que la república francesa destina a sus hijos (Caballero de la Legión de Honor, Caballero de la Orden Nacional del Mérito).

Cuando el 10 de mayo de 1981 asume la Presidencia de la República Francesa Francois Miterrand, como candidato de la izquierda unida (fundamentalmente PSF y PCF), en un acto cargado de simbolismo, Miterrand llegó a la ceremonia de asunción acompañado por un conjunto de compañeros, caminando codo con codo por la calle y portando rosas rojas. En primera fila, estaba Gérard Depardieu, ya entonces célebre por su excelencia artística.

En tiempos más recientes, Depardieu ha estado más veces en titulares y portadas por algunos excesos de su vida personal, insucesos propios o familiares, que por otras razones. Para quienes pensamos que la vida privada es derecho de célebres y desconocidos por igual, a esas "noticias" en general tratamos de ignorarlas y seguimos pensando en Depardieu como lo que fue y sigue siendo: un excelente artista.

También hizo públicas manifestaciones políticas que mostraban un viraje ideológica a derecha, pero nuevamente, para muchos de nosotros, estemos o no de acuerdo, el cambiar de forma de pensar en uno u otro sentido es un derecho personal de todo ciudadano, como ser pensante y evolutivo que es, sea conocido o no.

Sin embargo, en los últimos tiempos, Dépardieu se constituyó en noticia por una razón de una magnitud muy diferente.

Una de las promesas de campaña del hoy Presidente de Francia Francois Hollande (PSF), fue el introducir, entre otras modificaciones fiscales, un impuesto del 75% a las personas que perciben ingresos superiores al millón de euros por año. En medio de una crisis de entidad insólita y pronóstico inquietante, que un gobierno que se reclame de izquierda, recurra a tasas fiscales muy elevadas sobre los privilegiados ciudadanos que perciben anualmente verdaderas fortunas, parece una medida natural y lógica. Con una coherencia que no siempre se observa en los candidatos presidenciales una vez que llegan al poder, Hollande pasó del dicho al hecho, y como Presidente impulsó dicha reforma fiscal. La misma, naturalmente encendió la ira de la derecha, desató polémicas de todo tipo y finalmente acaba de ser anulada por el Consejo Constitucional Francés, por considerar que en su mecanismo de implantación, no se ajusta a Derecho.  Sin embargo, Hollande ha anunciado que cambiará cuestiones de forma y no la sustancia de la misma, y que presentará nuevamente su reforma tributaria, y que finalmente se gravará al 75% a las grandes fortunas personales, como prometió.

Ante estos hechos Gérard Depardieu, el actor emblemático, el ciudadano distinguido al mayor nivel posible por la República Francesa, el que caminara las calles codo con codo con Miterrand y sus compañeros en el 81, renunció a su nacionalidad francesa y adoptó la belga, devolviendo su pasaporte francés y mudándose al país vecino, para no ser objeto de la referida carga impositiva.
Evidentemente Depardieu pretende que los muchos millones de asalariados franceses que no alcanzan un ingreso anual de 18 mil euros y que no están seguros si mañana seguirán teniendo un trabajo que les dé sustento, que  son la inmensa mayoría de quienes compran las entradas para ver sus películas o consumen los productos que sponsorizan sus obras, sigan contribuyendo a engrosar su fortuna personal, la que considera intocable. Y por supuesto, este Depardieu de hoy les desea gentilmente a todo esos millones de trabajadores que constituyen su principal público, "que se manejen" para soportar las angustias de la crisis, pero que no cuenten con él para aliviar los efectos de la misma.

No es raro encontrar quien gusta ser de izquierda cuando no tiene grandes sumas de dinero y que vira a la derecha cuando acumula una fortuna. Tampoco es raro que haya quien guste hacer la revolución (o las reformas sociales, para ser más ajustados al caso) siempre y cuando el dinero lo pongan los demás. Es un poco  la moraleja del viejo chiste que culmina en  "socializar gallinas no, porque gallinas tengo!"

El caso Depardieu podría pensarse como uno más entre tantos de ese tenor. Pero la gestualidad de devolver el pasaporte y renunciar a la nacionalidad que le ha honrado a nivel superlativo, por estricta defensa del bolsillo personal, hacen del acto del celebérrimo actor uno de los más evidentes ejemplos de cómo la fortuna y la fama pueden conducir a la mezquindad y desintegración de todo sentido de la gratitud, de pertenencia al colectivo y de elemental coherencia.

En el año 2000, bajo la dirección de Josée Dayan, Depardieu interpretó con su usual brillantez el  rol de Jean Valjean en la miniserie de cuatro capítulos basada en  el clásico "Les Misérables" de Victor Hugo. Algunas veces, los actores asumen en su vida personal parte de la personalidad de sus personajes. Para el caso, Depardieu parece haber ido bastante mas lejos, asumiendo para sí y con estruendo  la plenitud del calificativo que da título a la obra de Victor Hugo, exhibiendo una conducta genuinamente miserable.


1 comentario:

  1. NO TIENEN VERGUENZA PORQUE NI EL LIBRO DE VICTOR HUGO RELATA SOBRE LOS MISERABLES SEMEJANTE AVARICIA Y ADEMAS NINGUNA FORTUNA ES INOCENTE ,QUIEN LO HUBIERA IMAGINADO

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