La oposición
y algunos medios de prensa tienen una particular obsesión con las declaraciones
que puedan dar lugar a polémica que realice la senadora Lucía Topolansky. Salvo
que la senadora declarara “El agua moja”, los uruguayos ya sabemos que todas
las semanas tendremos una clarinada de críticas contra declaraciones suyas.
No importa el trabajo que hace como senadora, no importa las
organizaciones sociales que recorra en silencio, no importa lo que elabore y
ayude a elaborar. No importa las declaraciones que sean compartibles y lúcidas.
No importa si en una entrevista hay un
99% incuestionable, lo que vale y lo único que cuenta es el 1% que puede dar
lugar a entrevero.
Mientras
sigamos bajo el monopolio mediático en que vivimos, donde la libertad de
expresión está consagrada en la Constitución pero unos le podemos contar
nuestra opiniones a algunos y otros pueden saturar todo el santo día en todas
las frecuencias, formatos y variantes, con su monocorde opinión a la inmensa
mayoría de la población, esas serán las reglas. Cualquier parecido con la
democracia es una burda ironía. Por eso algunos insistimos una y otra vez con
una Ley de Medios desconcentradota y democratizadora, como en Ecuador, como en
Argentina. Porque si el 95% de los medios están en las mismas manos, nuestros sistema
es una innovación institucional: es una democracia con apuntador. Donde hay
quien da letra para que todos comentemos, discutamos, reproduzcamos. Así, el récord
histórico en los niveles de ocupación y formalidad en la historia del Uruguay
moderno resulta que es una noticia menor. Pero la crisis carcelaria se nos comió
unas 18 horas de pantalla en la última semana. Y, por cierto, faltaba más, hay
sesudos análisis de las declaraciones de Lucía sobre las Fuerzas Armadas.
En todos
los países que yo conozco y en particular en América Latina, el trabajo político
en y hacia las Fuerzas Armadas ha sido hecho por absolutamente todos los
partidos políticos. Me pregunto si el Partido Colorado habrá olvidado el nombre
del General Julio Ribas o si el Herrerismo se habrá olvidado del General Oscar
Mario Aguerrondo. Nombres de peso si los hay en la historia de la ultra derecha
en el Uruguay y del ascenso de dichas facciones dentro del Ejército. Me
pregunto si el Partido Colorado habrá olvidado el fino trabajo político que el
Dr. Julio Maria Sanguinetti hizo en el sector “blando” de los militares de la
dictadura, y luego el no tan fino trabajo
que hizo, ya en plena democracia y como Presidente de la República, con
el Teniente General Hugo Medina (a quien luego premió como Ministro de Defensa
Nacional) a los efectos de generar una supuesta crisis institucional que
pretextara la Ley de Caducidad.
Es
necesario distinguir la profesionalidad y apego a la institucionalidad que debe
regir la conducta militar, que bien expresara el Ministro de Defensa Nacional,
con la formación política del personal militar. Que no es proselitismo y
ponerle al personal de tropa el sobre de votación en la mano para toda su o la
catequesis barata, sino que es la ruptura de esquemas mentales que vienen del
pasado y que es necesario superar. Básicamente, el que las Fuerzas Armadas no
sigan ancladas al pesado lastre de la generación golpista y la que generó el
golpe, que fueron los padres intelectuales de las monstruosa criatura.
Y allí, el que
no tenga pecado, que tire la primera piedra. Y si hay quienes no pueden tirar
piedras, ciertamente, son los partidos tradicionales, y muy particularmente el
Partido Colorado, cuyas relaciones con las Fuerzas Armadas han sido medulares
para su existencia y para su supremacía política en buena parte de la Historia
del Uruguay moderno.
Yo no sé si
las declaraciones de Lucía fueron las que yo haría. Sí sé que el trabajo político
al que Lucía aludió, a un proceso de cambio cultural en las Fuerzas Armadas que
las desligue de ser brazos operativos de la derecha, fusiles que apuntan hacia
adentro y limitan el desarrollo soberano- que es el legado de la doctrina de la
Seguridad Nacional – se debe hacer. Porque sobre todo, todos sabemos que los sectores más conservadores de los partidos
tradicionales han hecho, hacen y harán un trabajo en sentido opuesto de manera
muy,muy sistemática. Y muy eficiente, vale decir.
No es difícil
rasgarse las vestiduras sobre lo que el
otro dice. Lo embromado es cuando lo que el otro dice es una nadería comparado
con lo que el se alarma e indigna hace.
El FA
gobierna hace 7 años, con aciertos y errores, claro está, pero el oso ruso faltó
a la cita, los niños no se fueron para Cuba, no se canta “La Internacional” en
la escuelas ni se cambió la estatua de Artigas por la de Lenin. Algún horror,
admonición de hecatombe y temor irracional hay que encontrar para poder seguir
siendo de derecha en el Uruguay del 5.3% de desocupación. Son tiempos entonces
de mucha crónica roja, mucho conflicto carcelario y pese a la sobrada evidencia
de gestión estrictamente profesional de las Fuerzas Armadas, sembrar el temor
de que Lucía no nos vaya a transformar el Ejército en los barbudos de la Sierra
Maestra. Poner el grito en el cielo por lo que otro dice sufriendo amnesia
sobre lo que se hizo y se hace. Si no funciona, habrá que anunciar las siete
plagas de Egipto, porque si no hay miedo ni fantasmas, si no se teme al distinto,
al pobre, al raro, al disonante, pues entonces no hay derecha, que es la
expresión sistémica del miedo del poder a perder sus exclusivos y excluyentes
privilegios.
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